Hipatia de Alejandría: el asesinato de la razón en el año 415

Año 415 d.C.: en Alejandría, Hipatia, filósofa y astrónoma, es brutalmente asesinada por una turba fanática. Su muerte marcó el fin de una era donde la razón aún resistía al dogmatismo. Su legado, sin embargo, sigue vivo como símbolo de la lucha por el pensamiento libre y la ciencia.

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Detalle de un personaje del fresco La escuela de Atenas de Rafael Sanzio, que podría bien ser un autorretrato o una representación de Hipatia.

En la primavera del año 415 d.C., una turba enardecida arrastró por las calles de Alejandría a Hipatia, la filósofa y científica más brillante de su tiempo. Desgarrada por las manos de fanáticos, su muerte marcó el violento choque entre el pensamiento racional y el dogmatismo religioso que empezaba a dominar el mundo tardorromano. Su asesinato no fue un simple acto de barbarie: simbolizó el inicio del eclipse de la razón en una época donde la fe y el fanatismo se imponían con sangre.

Hipatia: la luz de Alejandría

Hipatia nació en Alejandría alrededor del año 355 d.C., en una época en la que la ciudad aún brillaba como el gran faro del conocimiento del mundo antiguo. Hija del matemático y astrónomo Teón de Alejandría, fue educada en la tradición del pensamiento helenístico, destacándose en matemáticas, astronomía y filosofía. Se convirtió en la líder de la escuela neoplatónica de la ciudad, enseñando a sus discípulos la armonía entre razón, ciencia y espiritualidad filosófica.

Entre sus contribuciones más importantes se encuentran:

  • Matemáticas: Trabajó en la mejora del «Comentario a la Aritmética de Diofanto» y en ediciones críticas de los «Elementos» de Euclides, esenciales para la transmisión del conocimiento matemático a la posteridad.
  • Astronomía: Desarrolló un modelo más preciso de los movimientos celestes y perfeccionó instrumentos como el astrolabio y el hidrómetro.
  • Filosofía: Como neoplatónica, promovió la búsqueda del conocimiento como un camino hacia la comprensión del cosmos y el alma humana.

Hipatia era reconocida por su sabiduría y su capacidad de enseñanza, atrayendo a estudiantes de todo el Mediterráneo. Su pensamiento, sin embargo, se encontró con un enemigo creciente: el cristianismo fanático que, en su afán de poder, veía en la ciencia y la filosofía una amenaza a su hegemonía.

El conflicto de Alejandría: poder, fe y violencia

A principios del siglo V, Alejandría era un campo de batalla ideológico y político. El Imperio Romano se desmoronaba, y la Iglesia cristiana, liderada en la ciudad por el patriarca Cirilo, buscaba consolidar su dominio. El prefecto imperial Orestes, en cambio, representaba la autoridad de Roma y defendía una administración más tolerante, donde coexistían cristianos, paganos y judíos.

Hipatia, amiga y consejera de Orestes, fue vista como un obstáculo por Cirilo y sus seguidores. Para el obispo, la filósofa era la encarnación del paganismo y la herejía, una mujer influyente que, además, no se sometía al dogma cristiano. Se la acusó de practicar magia y conspirar contra el cristianismo, rumores avivados por la creciente hostilidad entre Orestes y Cirilo.

En marzo del año 415, la tensión explotó. Una multitud de monjes y fanáticos cristianos, azuzados por la retórica del patriarca, interceptaron a Hipatia en las calles de Alejandría. La arrastraron a la iglesia llamada Cesáreo, la desnudaron y, con fragmentos de cerámica, la desollaron viva. Sus restos fueron quemados, como un intento de borrar su legado.

Un legado imposible de silenciar

El asesinato de Hipatia marcó el fin de una era en la que la razón y la libre investigación aún tenían un lugar en el mundo mediterráneo. Aunque la Biblioteca de Alejandría ya había sufrido incendios y decadencia, su muerte simbolizó el triunfo del fanatismo sobre el pensamiento crítico.

Sin embargo, su memoria sobrevivió. Hipatia se convirtió en un emblema de la lucha entre la razón y la intolerancia. Su nombre ha sido reivindicado por científicos, filósofos y feministas como un faro de conocimiento apagado por la ignorancia.

Hoy, en un mundo donde la ciencia y la filosofía aún enfrentan embates dogmáticos, recordar a Hipatia es recordar que el pensamiento libre siempre tiene enemigos, pero también que su luz nunca se extingue del todo.


Hipatia y la Escuela Neoplatónica de Alejandría: el último faro de la razón

Hipatia no solo fue una brillante matemática y astrónoma, sino también la última gran exponente de la Escuela Neoplatónica de Alejandría, un centro de pensamiento filosófico que buscaba armonizar la razón con lo divino. Su liderazgo en esta corriente la convirtió en una figura influyente, pero también en un blanco de la creciente intolerancia cristiana.


¿Qué era la Escuela Neoplatónica?

El neoplatonismo surgió en el siglo III d.C. con Plotino, quien reinterpretó la filosofía de Platón bajo una visión más mística y trascendentalista. Según esta corriente, la realidad se estructura en una jerarquía donde todo emana de una unidad suprema, el Uno, una especie de principio absoluto e inefable del que surge el cosmos y el alma humana.

Las ideas centrales del neoplatonismo incluyen:

  • El Uno como principio supremo, del cual emergen la Mente (Nous) y el Alma (Psyche), que a su vez generan el mundo material.
  • El conocimiento como vía de retorno al Uno, a través del pensamiento filosófico y la contemplación.
  • La fusión entre filosofía, ciencia y espiritualidad, sin contradicción entre ellas.

En Alejandría, el neoplatonismo se desarrolló con un enfoque más práctico y científico, integrando elementos de matemáticas, astronomía y lógica.


Hipatia como líder de la Escuela Neoplatónica

Hipatia dirigió la escuela alrededor del año 400 d.C., sucediendo a su padre, Teón, un matemático y astrónomo ligado a la misma tradición. Su enseñanza se centraba en la filosofía neoplatónica, pero también en la transmisión del conocimiento científico, lo que la hizo única en comparación con otras ramas más místicas del neoplatonismo.

Su escuela no era un simple centro de educación, sino un espacio de debate y formación intelectual, donde se reunían estudiantes de todo el mundo mediterráneo. Entre sus discípulos más destacados se encontraba Sinesio de Cirene, quien, a pesar de haberse convertido al cristianismo, mantuvo un profundo respeto por su maestra y su visión filosófica.

Hipatia enseñaba en espacios públicos, como lo habían hecho los grandes filósofos de la Antigüedad, lo que la convertía en una figura muy visible y, por ende, en una amenaza para quienes querían monopolizar el poder intelectual y espiritual.


El choque con la ortodoxia cristiana

El problema con Hipatia no era solo que enseñara filosofía pagana en un mundo que se inclinaba cada vez más hacia el cristianismo, sino que promovía una forma de pensamiento independiente y racional, que desafiaba la autoridad de la Iglesia.

El neoplatonismo, aunque tenía una dimensión espiritual, no dependía de la fe ni de las escrituras sagradas, sino de la razón y la especulación filosófica. Esto lo hacía peligroso para una iglesia que, bajo figuras como Cirilo de Alejandría, quería consolidar su dominio absoluto sobre la sociedad.

El asesinato de Hipatia fue, en muchos sentidos, el golpe final contra la tradición neoplatónica en Alejandría. Tras su muerte, la escuela siguió existiendo por un tiempo, pero perdió su brillo y su influencia. Finalmente, en el siglo VI, el emperador Justiniano clausuró las últimas escuelas filosóficas paganas en el mundo grecorromano, marcando el fin de una era.


El neoplatonismo después de Hipatia

Aunque la Escuela Neoplatónica de Alejandría desapareció, el pensamiento neoplatónico continuó influyendo en la filosofía medieval, tanto en el cristianismo como en el islam y el judaísmo. Agustín de Hipona, uno de los padres de la Iglesia, incorporó ideas neoplatónicas en su teología, mientras que pensadores islámicos como Avicena y judíos como Maimónides también se vieron influenciados por esta corriente.

La figura de Hipatia resurgió siglos después como símbolo de la resistencia de la razón frente al dogmatismo. Su legado no solo sobrevive en el campo de la ciencia, sino también en la defensa del pensamiento crítico y la educación como motores del conocimiento.


Fuentes:

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