Natación y sus efectos en la circulación cerebral y la cognición

Un estudio reveló que nadar estilo braza mejora el flujo sanguíneo cerebral y el rendimiento cognitivo visomotor. La postura y la respiración juegan un rol clave, más que el esfuerzo físico o la inmersión. Bastan 20 minutos de nado moderado para obtener beneficios inmediatos en el cerebro.

natacion

(Adobe Stock)

El ejercicio físico, tanto de forma aguda como habitual, mejora la función vascular y cognitiva del cerebro. Estudios previos mostraron que ciertos ejercicios acuáticos (por ejemplo, estar de pie en el agua) incrementan la velocidad media del flujo sanguíneo en la arteria cerebral media (MCAv), lo cual podría favorecer adaptaciones cerebrovasculares. Sin embargo, hasta ahora no se había medido cómo influye la natación (especialmente nadar estilo braza) en este flujo cerebral ni en la cognición. Para resolver esto, un equipo de investigadores comparó voluntarios deportistas de natación y deportistas de tierra, evaluando diversos factores propios de la natación. 

En el estudio participaron diez atletas que practican deporte “de tierra” (edad ~22 años) y ocho nadadores entrenados (edad ~19 años). Todos realizaron tres tareas cognitivas y seis condiciones experimentales que combinaban cuatro factores clave de la natación: postura corporal (de pie vs. prono), inmersión en agua (hidrostática), retención de CO₂ (PETCO₂, la presión parcial de CO₂ al final de la espiración) y actividad motora (nadar estilo braza). Durante cada condición, se midieron continuamente la velocidad media de la arteria cerebral media (MCAv) mediante Doppler transcraneal y la PETCO₂ de los participantes.

  • Factores analizados: Los investigadores distinguieron cuatro factores relacionados con la natación: postura (prono vs. erguido), presión hidrostática de la inmersión, aumento de CO₂ (PETCO₂) y participación motora de nadar. Se diseñaron condiciones en tierra y en agua para aislar cada factor (por ejemplo, estar prono en tierra vs. prono en agua, con o sin aumento de CO₂).

Efectos en el flujo sanguíneo cerebral

Los resultados mostraron que la postura y la PETCO₂ fueron los principales determinantes del cambio en el flujo cerebral. En concreto:

  • Postura: Pasar de estar erguido a boca abajo (prono) aumentó la MCAv en un 11% en reposo
  • Inmersión en agua: El simple hecho de estar sumergido en agua aumentó la MCAv en un 12% cuando los sujetos estaban de pie (vs. estar de pie fuera del agua). Sin embargo, esta inmersión no tuvo efecto significativo cuando los sujetos ya estaban en postura prono (P=0.76).
  • Retención de CO₂: Durante la natación estilo braza con la cabeza fuera del agua (a intensidad moderada, ~50% de la reserva cardíaca), los participantes aumentaron su presión de CO₂ al final de la espiración (PETCO₂). Este aumento se asoció a un incremento independiente del 14% en la MCAv. En otras palabras, nadar reteniendo un poco más de CO₂ eleva el flujo cerebral.
  • Actividad motora: Sorprendentemente, el esfuerzo físico específico de nadar braza, por sí mismo, no cambió de forma significativa la velocidad del flujo cerebral (P=0.32). Esto indica que los movimientos de natación per se aportaron poco al aumento del flujo, comparado con los efectos de postura y CO₂.

Además, al comparar los grupos, se observó que los nadadores entrenados tenían en promedio ~17% menos velocidad cerebral media en reposo que los deportistas de tierra. Este hallazgo no se debió a diferencias estructurales en las arterias, ya que ambos grupos tenían diámetros y velocidades similares en la arteria carótida interna. 

En resumen, nadar estilo braza aumentó la velocidad del flujo sanguíneo cerebral principalmente por dos razones: la postura (estar boca abajo) y el aumento de CO₂ respirado durante el ejercicio, mientras que la inmersión en agua y los movimientos de nado aportaron muy poco.

Impacto en la cognición

El estudio también evaluó el rendimiento cognitivo de los participantes antes y después de los ejercicios. Se empleó una batería breve (~2 min) con tareas de rendimiento visomotor, inhibición y cambio mental. Los hallazgos fueron:

  • Inmersión en agua sola: Simplemente estar sumergido en agua (sin nadar) no modificó el desempeño cognitivo (P ≥ 0.15).
  • Natación moderada (20 min): Después de nadar 20 minutos estilo braza a intensidad moderada, los participantes mejoraron su desempeño en la tarea visomotora en un 4% (P = 0.03). Este aumento fue similar en ambos grupos (nadadores y deportistas de tierra), lo que sugiere que nadar de forma aguda mejora ciertos aspectos cognitivos básicos (como la velocidad y precisión en tareas visuomotoras) en adultos jóvenes.

En otras palabras, aunque el agua por sí sola no produce cambios cognitivos, realizar natación de moderada intensidad sí mostró un pequeño pero significativo beneficio inmediato en la función visomotora.

Conclusiones e implicaciones

Este estudio revela que la natación estilo braza eleva la circulación cerebral principalmente gracias a la postura corporal y a la retención de CO₂ que ocurre al nadar con la cabeza fuera del agua. Por el contrario, el simple estar en el agua y los movimientos de nado aportan poco extra al flujo sanguíneo cerebral. Además, nadar 20 minutos mejoró modestamente la función cognitiva visomotora agudamente en todos los participantes. 

Estos resultados sugieren que la natación puede ser beneficiosa para la salud cerebral y cognitiva, aunque los mecanismos específicos (postura y CO₂) son distintos a los del ejercicio terrestre. Futuros estudios deberían explorar cómo nadar de forma regular afecta a largo plazo la circulación cerebral y la cognición, especialmente en poblaciones mayores donde el cerebro es más vulnerable al envejecimiento. 


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