El adiós a Francisco: una despedida histórica en el Vaticano
El papa Francisco fue despedido en una ceremonia histórica en el Vaticano. Miles de fieles y líderes mundiales asistieron a su funeral, marcado por la humildad y la ruptura de tradiciones. Su tumba, sencilla, refleja el legado de un pontífice distinto.

El sábado 26 de abril a las 10 de la mañana, en el Vaticano, se celebró el funeral del papa Francisco, fallecido el lunes 21 a los 88 años.
Siguiendo su expreso deseo, sus restos no fueron enterrados en las criptas de San Pedro –como dicta la tradición papal desde hace más de un siglo–, sino en la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, un sitio profundamente vinculado a su devoción personal.
La tumba, construida en piedra de Liguria –la tierra de sus abuelos–, lleva una inscripción sobria: simplemente «Franciscus», junto a una reproducción de su cruz pectoral. El ataúd, de madera sencilla, fue también una elección suya, en consonancia con la humildad que lo caracterizó durante todo su papado.
Ceremonia, ritos y seguridad de Estado
La liturgia fúnebre fue presidida por el cardenal Giovanni Battista, decano del Colegio Cardenalicio. Al finalizar la celebración eucarística, se realizaron los tradicionales ritos de la Ultima commendatio y la Valedictio, que marcan el inicio de los Novendiales: nueve días de oraciones por el descanso del alma del papa.
El operativo de seguridad montado en Roma fue calificado de «imponente» por el comisario Roberto Massucci.
Miles de policías fueron desplegados, reforzados por 3.000 voluntarios. La vigilancia incluyó calles, cielos, aguas del Tíber y hasta el subsuelo. Un despliegue digno de una ciudad sitiada, que confirma que en tiempos modernos ni siquiera la fe puede prescindir de las medidas extremas.
Una despedida global
Según informó la Santa Sede, unas 200.000 personas se congregaron en la Plaza de San Pedro y sus alrededores para dar el último adiós. Además, participaron delegaciones de al menos 130 países y organizaciones internacionales: 12 monarcas reinantes, 55 jefes de Estado, 14 primeros ministros y numerosas figuras de alto rango.
Entre los líderes mundiales presentes estuvieron Donald Trump (EE.UU.), Javier Milei (Argentina), Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil), Emmanuel Macron (Francia), Frank-Walter Steinmeier (Alemania), Daniel Noboa (Ecuador) y Volodímir Zelenski (Ucrania). Desde España asistieron el rey Felipe VI y la reina Letizia, y por parte del Reino Unido, el príncipe Guillermo junto al primer ministro Keir Starmer.
Rusia, por su parte, delegó la representación en la ministra de Cultura, Olga Liubímova.
La cobertura mediática fue abrumadora: más de 4.000 periodistas solicitaron acreditación para cubrir el evento, subrayando la dimensión histórica de esta despedida.
El legado de una figura distinta
Hasta en su muerte, Francisco se mantuvo fiel a su estilo: esquivó el oropel, rompió moldes, eligió el símbolo antes que el protocolo.
Su funeral fue el corolario de un liderazgo atípico, centrado en lo esencial y no en las formas, en un mundo –y una Iglesia– donde las apariencias, muchas veces, pesan más que los principios.