Donald Trump y su amor por los aranceles: una herramienta de política económica y geopolítica
Donald Trump declaró su amor por los aranceles, usándolos como arma económica y política. Desde guerras comerciales con China hasta tensiones con México, Canadá y la UE, su estrategia busca proteger la industria local, presionar aliados y rivales, y recaudar fondos, dejando un legado de proteccionismo y controversia global.
La palabra favorita de Donald Trump es «arancel». Así lo confesó una vez el presidente de los Estados Unidos, evidenciando su fascinación por esta medida económica. No se trata de una simple preferencia semántica; su administración ha demostrado una notable afición por emplear los aranceles como un instrumento clave de política comercial y geopolítica.
Desde su primer mandato, Trump usó los aranceles como un arma económica con objetivos variados: desde proteger la industria local y generar ingresos fiscales hasta ejercer presión sobre otros países para alcanzar sus metas políticas.
¿Para qué sirven los aranceles según Trump?
El discurso oficial de Trump destaca varios beneficios de los aranceles:
- Protección de la industria local: Según el presidente, los aranceles estimulan el empleo y la producción doméstica, aunque la Reserva Federal no encontró evidencia de que estas medidas hayan generado un impacto significativo en la manufactura.
- Atraer inversiones extranjeras: Se espera que las empresas afectadas por los aranceles trasladen sus plantas a territorio estadounidense para evitar costos adicionales.
- Presión política: Trump ha usado los aranceles como una herramienta de coerción, exigiendo a otros países acciones como reforzar sus fronteras o reducir el tráfico de drogas hacia EE.UU.
- Recaudación fiscal: Los aranceles también generan ingresos adicionales para el presupuesto estatal.
Efectos adversos y contramedidas
No todo es positivo en la política de aranceles. Los costos asociados incluyen:
- Aumento de los precios de materias primas importadas, lo que afecta a empresas estadounidenses.
- Largas demoras para que las inversiones en EE.UU. produzcan resultados significativos.
- Algunas empresas optan por trasladar su producción a terceros países como Camboya o Vietnam, en lugar de a EE.UU.
La guerra comercial con China
La relación comercial entre Estados Unidos y China se convirtió en un campo de batalla entre 2018 y 2019. Trump inició el conflicto imponiendo un arancel del 25 % a bienes chinos por un valor de 34.000 millones de dólares. Pekín respondió con medidas similares, y ambas naciones escalaron las restricciones, llegando incluso a sancionar al gigante tecnológico Huawei.
Aunque en 2020 se firmó un acuerdo inicial para mitigar la disputa, los aranceles se mantuvieron en gran parte, continuando durante la administración de Joe Biden. La tensión impactó severamente las inversiones chinas en Estados Unidos, que cayeron más del 80 % en 2018.
Aranceles y conflictos con aliados tradicionales
Trump no reservó su política arancelaria únicamente para rivales económicos. En 2018, impuso tasas del 25 % al acero y del 10 % al aluminio provenientes de la Unión Europea, México y Canadá, argumentando motivos de seguridad nacional. Las represalias no tardaron:
- UE: Bruselas aplicó aranceles equivalentes a productos estadounidenses, incluyendo motocicletas y bourbon.
- México: Respondió con tarifas a una variedad de productos estadounidenses, desde acero hasta frutas.
- Canadá: Aunque los aranceles se levantaron en 2019, el daño a las relaciones comerciales ya estaba hecho.
La política arancelaria en el segundo mandato de Trump
De regreso a la Casa Blanca, Trump retomó su estrategia. Antes incluso de asumir, amenazó con imponer un arancel del 25 % a todas las importaciones de México y Canadá, y un 10 % adicional a productos chinos. Goldman Sachs estima que estas medidas podrían generar ingresos adicionales por 300.000 millones de dólares anuales, aunque a costa de mayores tensiones internacionales.
Además, Trump ha amenazado con aranceles del 100 % contra los países del BRICS que realicen transacciones fuera del dólar estadounidense, y ha exigido a la Unión Europea incrementar sus compras de petróleo y gas norteamericano.
¿Un legado duradero?
Aunque su efectividad es debatida, la política de aranceles de Trump ha dejado una huella indeleble en las relaciones comerciales globales. En una era marcada por la desglobalización y el proteccionismo, su uso de los aranceles como herramienta económica podría convertirse en un modelo a seguir o en una advertencia de sus consecuencias negativas.
Para Trump, los aranceles son más que una medida económica: son un arma diplomática y un símbolo de su visión de “América primero”.
EE.UU. vs. Colombia: una nueva batalla comercial por deportaciones
La estrategia de Donald Trump basada en aranceles encontró un nuevo frente en su segundo mandato: Colombia. En respuesta al rechazo del presidente Gustavo Petro a aceptar vuelos de deportados colombianos desde EE.UU., Trump impuso un arancel del 25 % a productos colombianos clave como café, flores y petróleo.
Trump justificó la medida como una forma de presión para que Colombia acepte los vuelos, con la amenaza de elevar los aranceles al 50 % en caso de negativa. Además, implementó restricciones de visado para funcionarios colombianos y reforzó inspecciones aduaneras.
Por su parte, Petro respondió con aranceles equivalentes a productos estadounidenses e inició un plan para diversificar exportaciones hacia mercados alternativos. También convocó a la CELAC para abordar el tema migratorio desde una perspectiva regional.
Este enfrentamiento no solo amenaza sectores cruciales del comercio bilateral, sino que también pone en jaque el Tratado de Libre Comercio entre ambas naciones. El caso colombiano es otro ejemplo de cómo Trump utiliza los aranceles como herramienta de presión política y económica, dejando tensiones en el panorama internacional.
fuente: rt